Blade Runner

Me sigue tentando la idea de hacerme un calendario para ir tachando los días que quedan para la vuelta, pero como me siento demasiado privilegiada como para ello, me voy a resistir y en su lugar contaré un poco de cómo va avanzando mi vida por aquí.

El pasado domingo, por ejemplo, tuve uno de los mejores y peores días desde que llegué. Tras salir un día de sol maravilloso, me propuse ir dando una vuelta hasta el supermercado de la estación, que no queda muy cerca pero es un paseo bonito. Aquí las ciudades crecen en torno a las estaciones, como en Europa crecieron alrededor de los ríos, así que en Japón los trenes son todo un símbolo de progreso y modernidad alrededor de los cuales se amontonan un montón de tiendas que varían dependiendo de la zona. En el centro de Osaka se rodean de centros comerciales inmensos y laberínticos que van bajo tierra, llenos de tiendas impagables con un lujo poco corriente para mi concepto habitual de subterráneo. En el caso de mi estación, sin embargo, lo más lujoso es un Starbucks y un Kentucky Fried Chicken, que atestiguan un poderío del marketing norteamericano que aún me sigue anonadando.

El caso es que al llegar a la estación me encuentro nada menos que un concurso de canción/karaoke. Qué momento, a esto le tengo que sacar una foto (y por si os lo estáis preguntando, sí, todos los tópicos que habéis oído sobre Japón son generalmente ciertos). Saco el móvil pero no me atrevo a acercarme lo suficiente para hacer una foto, así que me lo vuelvo a guardar. Cuál es mi sorpresa cuando descubro que ya no llevo en el bolsillo la tarjeta que abre mi habitación y la puerta de mi residencia-fantasma donde, por supuesto, no hay recepción ni personal, ni aparentemente nadie más alojado, ni nadie a quien pueda llamar en caso de pérdida.

Tras entrar en pánico, deshacer a todo correr el camino recorrido hasta la puerta de la residencia, hablar con los guardas que insistían en que hiciera algo que nunca sabré, aunque a juzgar por sus gestos implicaba avisar a alguien dentro de una facultad con las luces apagadas y claramente cerrada con candado, perder los nervios y avisar a A. a las 6 de la mañana hora española como si él fuera a resolverme algo, volver a la estación, verme forzada a gesticular con un policía durante una hora, coger un dolor de espalda tremendo ante tanta reverencia y tanto sumimasen… finalmente, encontré mi tarjeta en el suelo de la estación de Kita Senri, en el mismo exacto lugar donde 2 horas antes había sacado el móvil del bolsillo donde también llevaba mi tarjeta que pone: «Room 203. International House Osaka University+dirección».

A parte de blasfemar contra mí misma por no haber sido capaz de reproducir tan simple cadena de acontecimientos, pensé que en España ya habría desaparecido la tarjeta, puede  que junto con todas las pertenencias de mi habitación, o puede que simplemente entre los pies de la gente que en lugar de escuchar quietos como estatuas un concurso de karaoke estarían bailando con una cervecita en la mano gritando como locos. ¿O puede que no, y que uno tienda a exagerar las cosas con la distancia?

Exhausta de hambre y sed, ya eran las 3 de la tarde, y he aquí mi dilema de si era propicio comer a esas horas cuando me iba a econtrar con un chico del labo y su mujer a cenar a las 5 (!!!!). La cena, paradójicamente, resultó ser en uno de los restaurantes subterráneos del centro, sólo que esta vez sí le encontré el encanto y  mi domingo se convirtió de repente en mi mejor día. Y es que Osaka es tan fea (qué se le va a hacer), que sólo se la ve bonita cuando no se ve nada, aunque sólo sea porque parece Blade Runner (ole el marketing americano):

4 pensamientos en “Blade Runner

  1. amaciast dice:

    Ay qué recuerdos: las reverencias, los sumimasen, las estaciones, el gaijin tonto que no sabe que todo se deja donde se encuentra… Yo vi como alguien recogía un móvil del suelo y lo ponía en el murete del jardín más cercano (como a 2m de distancia) para que nadie lo pisara y el dueño lo encontrase allí.

    La siguiente vez que pase algo así no dudes en ir a la policía (esa especie de armarios empotrados q consideran comisarías). Como en Japón no hay apenas delitos, están dedicados a hacer cosas así y te ayudarán siempre que puedan.

    Osaka es feísima, te lo dije! (pronuncias ya Oósaka o aún no?). A Kobe ni se te ocurra ir, porque es aún peor. Escápate a Kyoto… y ya verás 😛

  2. yosoyleko dice:

    Que bonita foto has sacado!!! Genial!!!
    Que guay q Osaka sea como Blade Runner!!!
    Será q soy un friki, pero me encanta cuando algo me desencanta y pienso que es a propósito.

  3. L. dice:

    Pili! Oye, ni se te ocurra hacer lo del calendario por nada del mundo!!

    Pues que bien que disfrutaras de tu cenita y que tu tarjeta apareciera! Lo bueno es que estás acumulando una de historias que contar, jeje, nos vas a tener a todos embelesados escuchándote cuando vuelvas!

    Muchos besos, guapa!

    L.

  4. Isabel dice:

    Lo siento hija mia, se que fue para ti un mal momento, pero me he reido hasta las lágrimas imaginándote corriendo de allá para acá como loca en busca de la dichosa llave. Benditos sean los japos! que no te la estropearon ni perdieron!
    Si me llegas a llamar a mi a las seis de la mañana para contarme éso seguro que llamo al ejercito para ir a buscarte en un avión especial! Porque risas…después que todo se arregla, antes… el ataque!

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